Cuando se va aproximando el calor estival es el momento en el que afloran los temas que pueden ser susceptibles de ostentar el simbólico galardón de la canción del verano.
Letras pegadizas (aunque no muy
sesudas en su elaboración), ritmos alegres e, incluso, coreografías al uso son
varias de las características de estos temas que perdurarán para los restos a
la hora de amenizar fiestas u otros momentos y que será imposible que elimines
de tu cabeza.
Siempre el Corpus, por su cercanía
al verano, era un termómetro para conocer por donde iba a ir la canción del
verano. Recuerdo como el año de la “Boooooooombaaaaa” la ponían en la noria, en
el ratón vacilón, en la rana, el tren de la bruja, incluso el toro alternaba su
archiconocida canción “En una tribu comanche” de Zapato Veloz por la de King
África.
Pues bien, este año entre atracción
y atracción escuchaba “Slomo”, las canciones de Ana Mena y otros temas
reggeatoneros a “to meter” en los altavoces de todos y cada uno de los
columpios del Corpus. Pero quien me iba a decir a mí que la auténtica canción
del verano iba a venir de una persona pequeñita con apenas pocos decibelios de
voz (cuando no está enfadada claro).
Con un estribillo que ha
traspasado fronteras y que es tan internacional como el “La, la, la” de Masiel.
¿A qué si os digo “Ia, ia, ohh” no solo lo habéis leído, sino que lo habéis
hecho cantando y, además, sabéis que canción es?
Pues bien, Gala canta el dichoso “Ia,
ia, ohh” cuando juega, cuando la estamos bañando (ahí lo alterna con llanto la
verdad), cuando está en la piscina, cuando corre, cuando la subimos al coche,
cuando está en los columpios, en el parque, con los abuelos, con sus primos…
Pero la cosa no acaba ahí, el
dichoso fenómeno que hizo que el algoritmo de youtube conecte canciones
similares hace que tras un “Ia, ia, ohh” de Plim Plim, aparezca la versión de
la Granja de Zenón, luego en inglés (Old MacDonald had a farm), en francés, en español
de Latinoamérica, en la versión clásica que no dice “En la granja de Pepito”
sino que habla de “En la vieja factoría” (en esta versión la cantan mis
padres). Imaginaos estar al volante y escuchar todas esas versiones en el viaje
de vuelta desde Salobreña hasta Huétor Vega. No os voy a decir donde quería
mandar el móvil, a Macdonald con su farm y a Pepito con su granja.
Pero como toda canción del verano
hay otras que se quedan a las puertas de este título, pero copan el podio con
la plata y el bronce. Estas plazas las ocupan respectivamente el “Chindolelé”
(esa que empieza igual que la de Xuxa “Es la hora, es la hora” y que todos
cantábamos cuando era la hora del recreo o la de salir del cole) que le pone
voz Ainhoa Adamuz de Cantajuegos y esa que no conocía de “Johny, Johny sí papá”.
Otra canción que está ganando enteros es todas las versiones habidas y por
haber de “Baby Shark”.
Pero miremos un poco hacia atrás.
Recordemos que el concepto de canción del verano nació en Italia en 1964 cuando
la Asociación Italiana de Fonografía decidió convocar un concurso con el que
encontrar nuevos artistas para que sacasen discos y obtener beneficios con las
ventas de los mismos tal y como pasaba en el Festival de San Remo.
Este concurso fue llamado “Un
disco per l’estate” su traducción es “Un disco para el verano” y constaba de
dos fases. Primeramente, se emitía por la radio y la fase final era televisada
por la RAI. Posteriormente, el público podía emitir su voto enviando una
tarjeta postal con su canción favorita. Un dato curioso es que la más bonita o
favorita no siempre ganaba, de hecho “Il mondo” de Jimmy Fontana se encontró
con esta realidad.
El buen funcionamiento de este
sistema hizo que se trasladara a otros países. En España fue en 1966 cuando
alcanzó fama este formato.
Seguro que os acordáis de “La
moto” o “Black is black” de Los Bravos, “Help” de Tony Ronald, “Hay que venir
al sur” de Raffaella Carrá, “¿Qué pasa contigo tío?” de Los Golfos, “Eva María”
de Fórmula V y del rey de la canción del verano, (ponemos voz de José Luis
Moreno) el enorme, el inigualable, el genuino Georgie Dann, ¡uhuhuhuhuhu!
Pues bien, a todas estas canciones, a las que estuvieron, a las que están y a las que estarán les uno el “Ia, ia, ohh” que no se va de la mente de Gala y, los más grave, tampoco se va de la mía.
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