He podido cumplir una de las experiencias que tenía
pendiente, el bautismo de buceo. Fue el pasado 3 de junio de 2022 en Calahonda
y puedo describirla como espectacular. Es cierto que llevo varios años
practicando snorkel pero lo de ayer fue de otro nivel.
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| En la playa de Calahonda |
En tierra firme nos terminamos de poner los trajes de neopreno y nos colocamos las aletas y el cinturón de plomo, éste último para que pudiéramos hundirnos con más facilidad. Una vez colocados teníamos que adentrarnos al agua y para acceder a la misma había que entrar andando hacía atrás (al estilo Michael Jackson pero en plan buceador que se va comer, en este caso, beber el mundo).
Ya en el agua me pusieron el resto del equipo e iniciamos ejercicios
básicos de respirar bajo el agua y de dar los primeros pasos en el buceo. Los
brazos debían estar quietos a fin de no golpear al instructor y solo avanzar
mediante el aleteo. En eso instante iniciamos el avance mar adentro y con más
profundidad. Ya era alucinante ver la enorme vida que había justo en la orilla,
imaginaos lo que había 40 metros mar adentro.
Pero ocurrieron dos hechos por los que tuve que salir a la
superficie, uno fue porque no hice las labores de descompresión de forma
adecuada (tapando la nariz y soplando) para que no me dolieran los oídos al
descender en la profundidad. Este hecho hay que hacerlo de forma periódica para
que no te duelan los oídos por la presión. El segundo momento comprometido fue
porque no realicé de forma correcta el vaciado de agua de la máscara. En ese
momento lo pasé bastante mal porque tenía las gafas totalmente llenas de agua y
no podíamos subir tan rápido como hubiera querido ya que debe tomarse un tiempo
prudente en la subida por la presión. Imaginaos estar a unos 6 metros de
profundidad y no ver nada. Fue un momento agobiante pero pasó bastante bien.
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| Equipo o pulpo |
Una vez solventadas estas dos incidencias fue una
experiencia muy gratificante. Pude ver infinidad de pepinos de mar, diferentes
tipos de flora marina y de peces alucinantes. En la retina aún conservo la
imagen de cuando nos reposamos en el suelo a unos 6/7 metros y movimos un poco
la arena para que acudieran varios peces y buscaran la comida en nuestras
propias manos.
En esos momentos te das cuenta de lo bello que es el
ecosistema marino y a la par tan frágil. Debemos protegerlo desde las
administraciones, las empresas que trabajan o inciden en este medio, así como
con pequeños gestos que debemos desarrollar a título individual. Hechos tan fáciles
como recoger un papel del helado que te acabas de comer, de la colilla de tu
cigarro y de la demás basura que generas durante tu estancia en la playa hacen
que esta flora y esta fauna puedan vivir en las mejores condiciones.


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